miércoles, 4 de abril de 2018

Tierra quemada por un escudo

Hace mucho que no me paraba a escribir en este blog. Y sólo lo ocurrido en las últimas semanas con la movilización por el hashtag en redes sociales #ElEscudoNoSeToca me ha hecho abrir de nuevo este espacio oxidado y vetusto, y volver a darle utilidad. Se hace necesaria una pequeña (quizás no tan pequeña, lo siento) reflexión acerca del logo (usaré este término para referirme al nuevo emblema del Atlético de Madrid) y de la vuelta al escudo de 1947 (usaré este término para referirme al emblema que los por aquel entonces socios del Atlético de Madrid aprobaron en asamblea). Puede que más de uno, al separar entre logo y escudo, ya haya dejado de leer estas humildes líneas. Les animaría a seguir, pero cada uno es dueño de sus palabras, hechos, silencios y lecturas.

Prosigamos. Lea quien lea. No estoy aquí para contentar al resto, sino para exponer lo que yo siento. No lo que pienso. Esto no va de pensar. Va de sentir. Y de hablar del logo presentado en un acto en diciembre de 2016 que en teoría servía para terminar de detallar lo que sería el nuevo estadio del Atlético de Madrid y su patrocinador en el nombre del recinto. Lo que al final también fue la maniobra oculta, sibilina, con nocturnidad y alevosía de presentarnos el logo que ahora llevan los futbolistas rojiblancos junto al corazón. Oscurantismo y malos negocios. Como todo con "La Familia Gil" en este club desde 1987. Un golpe bajo que desde el primer minuto no fue aceptado por buena parte de la masa de seguidores rojiblancos. Porque no se trataba de "evolucionar" o de "modernidad". Nadie en esta afición esta en contra de buscar nuevas fuentes de financiación que permitan mantenerse en la élite europea del fútbol ni en contra de la evolución. No es una cuestión de forma. Es de fondo. Reducir todo esto a una simple cuestión de gustos o de evolución es una broma macabra.

Una vez más, el aficionado atlético fue ninguneado. Bastante tenía ya con afrontar el exilio de un lugar, el Vicente Calderón, donde se había construido una identidad y una forma de entender el fútbol. La vinculación entre club y comunidad de aficionados, algo que ahora seguimos sin entender a pesar de que además de nuestro club de élite también seguimos a un equipo de fútbol modesto, de barrio, de la cercanía o inmediaciones del área en el que vivimos, y con el que nos vinculamos también emocionalmente por ese contexto de "cercanía a mi hogar - facilidad para entablar una relación más cercana y fluida con el mundo del fútbol - familiaridad de lo pequeño y cercano". Volviendo al tema del estadio y el escudo, el aficionado atlético recibía la puñalada en el corazón de frente y la recibía por la espalda también al mismo tiempo. Una especie de suerte de doble muerte identitaria. Se especulaban, y con razón, posibles cambios del himno, vinculaciones con el inversor asiático ahora huido y desvinculado, ya solo presente en la fachada del estadio como "Wanda Metropolitano". Para una afición tan romántica como la del Atlético, y tan apegada a sus valores y su identidad, este cambio no se trata de cualquier cosa. Hablamos de UNA AFRENTA. ASÍ, EN MAYÚSCULAS. MÁS CLARO NO LO PUEDO DECIR.

El ruido de las protestas en redes sociales y en el estadio de los primeros días tras conocerse el cambio, huelgas de animación incluidas, se fue apagando. O quizás postergando, a la espera de mejor oportunidad. Y esa oportunidad ha llegado. El primer indicio de lo que sucede, la prolongación en el tiempo de las ofertas en la tienda del club. Algunas desde el derbi de la primera vuelta. ¡ANTES DE LA CAMPAÑA NAVIDEÑA YA HABÍA OFERTAS PARA COMPRAR LA(S) CAMISETA(S)! Pasadas las navidades, las ofertas han sido continuadas y sin freno. Hasta alcanzar rebajas de más del 50% nunca antes vistas en el mes de marzo en camisetas oficiales de la temporada en juego. Sólo había que pasear por la tienda del Calderón para ver camisetas de temporadas anteriores por un precio entre 25-40 euros. Ahora, 52 euros con serigrafía gratis y de regalo pantalón y/o medias. Lo que viene siendo 75-85 euros la camiseta, más 18 euros de serigrafía, más 40 de pantalón o 25 de medias. Más de 100 euros rebajados hasta 42 euros y regalos. La próxima oferta será pagarnos por comprar la camisetita con el logo. Ni por esas accede buena parte de la afición rojiblanca, que ve como un icono cuasi madridista el emblema impuesto desde la directiva. La cuestión de la bajada de cifras en el despacho de merchandising, más allá de los gurús que aseguran un aumento del 12,5% en las ventas, es incuestionable. Una realidad palpable, por mucha foto de las colas para entrar a la tienda que quieran mostrar. Yo he pasado cuatro o cinco veces a la tienda del Metropolitano. Nunca he comprado. La cola que importa es la de la caja, y ahí ya se ven polillas saliendo de las cajas registradoras del establecimiento.

Y es ahora cuando desde el Fondo Sur una voz sale de entre las gradas. El Frente Atlético, esos maravillosos aficionados cuando montan tifos o recibimientos en hoteles pero unos ultras peligrosos en el resto de materias según la prensa del poder, han puesto de nuevo en marcha la campaña por recuperar el viejo escudo aprobado por los socios del Atleti en 1947 tras la separación del Ejército de Aviación como parte del club (matiz que hay que resaltar porque da para una buena historia todo ello, porque sólo hay que ver los caminos que siguieron Club Atlético de Madrid y Club Deportivo Aviación a partir de esa fecha. Pero lo importante y lo que nos atañe es que los socios del Atleti aprobaron el cambio de escudo en 1947, no se lo impusieron desde arriba). Muchos se han puesto nerviosos para tratar de deslegitimar la propuesta o minimizarla, pero bien sabemos que cuando los altavoces del gilismo (Matallanas, Picu Díaz, Gonzalo Miró, Roberto Gómez o Barbero depende del aire que le dé... otros medios, aunque lo intenten, no merecen ser nombrados en esta ristra de nombres) se ponen en marcha es para esparcir mierda sobre los demás y lavar las bondades de la dirigencia de la SAD. Mayor motivo para darle mayor valor y mayor recorrido a la campaña. Quizás no fueron tantos como se deseaba, pero fueron los suficientes como para que todas las retransmisiones del partido del domingo, fuera en radio, televisión o prensa, le dieran importancia a lo sucedido. Tanta que hasta Gabi quiso salir a hablar y a hacer unas declaraciones que ponen más leña en el fuego y se pueden interpretar como un claro signo de desprecio al logo gilista. El mismo que fue defendido vehemente por uno de sus creadores de Vasava Studio.



Se han usado argumentos torticeros y retorcidos en algunos casos: "Nos gustan ambos escudos", "Si es por tradición hay que volver al primer escudo""El club es una empresa""El escudo no es tan importante como que Oblak pare o Diego Costa meta goles", "No es momento de protestar, nos estamos jugando mucho""El nuevo logo venderá más" o mi preferido, el expuesto por el ya mencionado creador del logo: "La reacción de rechazo visceral por parte de los aficionados es de todo punto injusta e inadmisible, por ser exagerada, infundada y por estar construida sobre argumentos que sólo enarbolan la bandera de los sentimientos irracionales". Parecida a la que esgrimía Enrique Cerezo en la revista Panenka sobre aquello de que "el sentimiento en el fútbol debe morir". Puro negocio. Algo que el aficionado del Atlético de Madrid rechaza frontalmente porque se siente muy vinculado a su club, a lo que era acudir al Manzanares, al Estadio Vicente Calderón, y a ver en el pecho de sus jugadores y en cualquier rincón de su antiguo estadio su mejor carta de presentación al mundo. Su escudo. El que todo el mundo sentía como propio... o eso parecía hasta que llegó el logo y se generó la división.

Cierto es que los que les gusta el logo piden respeto y lo reducen a una cuestión de gustos, ridícula argumentación por otra parte. Cierto es que lo merecen esgrimiendo una cuestión subjetiva e intangible que no se sostiene en un debate serio sobre por qué debe mantenerse el logo o se debe volver al escudo anterior. Cierto es que merecen tanto respeto como el que ellos faltan a la historia del Atlético de Madrid por ignorancia o por insistencia en apoyar al poder y al hecho de que el anterior escudo no fuese impuesto, si no aprobado en asamblea de socios en 1947, usando ciertos argumentos ya citados anteriormente. Al igual que el traslado del vetusto Metropolitano al Calderón, el cual fue aprobado por los socios antes de que se comprasen los terrenos junto al Manzanares, y que muchos de esos socios (nuestros tatarabuelos, nuestros bisabuelos, nuestros abuelos... en algunos casos nuestros padres también) respaldasen la operación comprando obligaciones de deuda como forma de financiación de las obras del Estadio del Manzanares. Cierto es que merecen respeto... el mismo que no tienen por los valores del Atleti ni por su historia. Ni desvergüenza para asegurar que nunca es el momento de hacer nada por recuperar el club. Ni cuando va bien ni cuando nos hemos visto en el Infierno de la Segunda División, ni cuando el Tribunal Supremo condenó a la actual dirigencia por apropiación indebida  y estafa al club (entre otros delitos y casos juzgados anterior y posteriormente) era momento para actuar contra el gilismo establecido. El cuello nos puede doler, pero no de volver la cabeza hacia el palco.



Porque esto, como ya dije, va del fondo. Y en el fondo, la falta de respeto por los valores, la historia o los símbolos del Atleti de unos es lo que enerva al resto de aficionados. El Atlético de Madrid busca ganar y estar en la élite europea, pero su aficionado, o buena parte de ellos no quieren ganar de cualquier manera ni mantenerse en esa élite vendiendo su alma como ya han hecho sus dirigentes. El Atlético de Madrid es su gente, la que se siente menospreciada e insultada cuando piensan en que la propiedad del club es ilegítima porque en 1992 "La Familia Gil" robó el club a su afición sin poner ni un duro en las acciones del club (una muestra grande del fracaso de las SAD y de la Ley del Deporte de 1992 en este país). El Atlético de Madrid es mover montañas por pelear por imposibles. Es no perder la fe cuando peor lo tienes. Es seguir escalando cuando los demás se rinden. Es darle la mano al que la necesita aunque sea la primera vez que lo ves, solo por el hecho de que forma parte de tu tribu. Todo ello se esconde en los entresijos de esta campaña por recuperar el escudo, Parece que las camisetas de la próxima temporada están en producción aunque las cifras de ventas de este año vayan a estar lejos (muy lejos) de lo que esperaban desde el palco. Esta campaña puede ser el primer paso de aquello que de verdad importa, recuperar el club para sus aficionados y demostrar que la Ley del Deporte vigente y que sostiene a las SAD es un enorme desastre para este el deporte de élite de este país, cuyo fin durante estos años ha sido permitir un marco para los negocios espúreos y oscuros en los palcos, más que para proteger el patrimonio y los intereses de los clubes, y de sus aficionados como pilar principal de cualquier club en este país. Un país que, por cierto, sostiene la convivencia entre clubes de socios en la élite (Real Madrid Club de Fútbol, Fútbol Club Barcelona, Athletic Club de Bilbao y Club Atlético Osasuna) con las SAD (del Club Atlético de Madrid SAD para abajo, incluso llegando a Tercera División los clubes que son SAD).


El escudo importa

El escudo es la vinculación más sentimental entre un aficionado al fútbol y su club. Es un símbolo universal, que todo aficionado al fútbol entiende cuando lo ve. Uno no ve el color de la camiseta que lleva otro aficionado cuando se cruzan por la calle, ve el escudo. Porque el escudo de un club dice mucho del club y del seguidor que lo porta. Porque el escudo del club es sagrado para un aficionado. Porque es la viva imagen del amor de los aficionados. Ningún aficionado quiere ver manipulado o prostituido ese vínculo con su club, ni mucho menos modificado o reemplazado sin su consentimiento y su opinión. El Atlético de Madrid hizo el cambio de espaldas a su gente, y ahora su gente le da la espalda a aquello que le han impuesto y que no reconoce ni admite como parte de la tribu. Como significante, como imagen, como representación en el mundo de la afición rojiblanca.


¿Era necesario el cambio? ¡NO ROTUNDO! ¿Era posible vender el cambio como una mejora? ¡NO ROTUNDO! ¿Se ha vuelto a demostrar que el aficionado del Atlético de Madrid sostiene el chiringuito de dos, y traga y traga hasta que ha visto las orejas al lobo? ¡Sí! Porque del aficionado rojiblanco depende alimentar este movimiento por recuperar el escudo, y que esto no pare hasta que las aficiones de este país consigan hacer ver al gobierno que es necesario eliminar la forma jurídica de las Sociedades Anónimas Deportivas, que nada aportan al deporte salvo expolio de los dueños y negocios oscuros de los interesados, y que dejan al aficionado como un mero cliente. Y luego que cada cual consiga recuperar su club para su afición, y no para que se aprovechen de ellos dirigentes-comerciantes de medio pelo.

Como clientes, los aficionados rojiblancos protestan porque el club les ofrece una imagen de marca que no les identifica sentimentalmente (porque esa es la principal materia que ofrecen los clubes de fútbol como empresas, el sentimiento de su gente y la vinculación con una comunidad) con su producto. Un producto que seguirán consumiendo vaya bien o mal deportivamente. Como aficionados, reclaman que nadie les ha preguntado que opinan sobre un cambio que les parece vital y transcendente en su club, con el que mantienen un vínculo que no desean ver alterado ni por la necesidad de ganar más dinero con el que fichar (¿en el Atleti para qué? Si a los cracks de la plantilla los desean vender los dirigientes en cuanto llegan las ofertas y la deuda nunca baja de los 500 millones de euros se haga lo que se haga) ni por atraer mayor universalidad por aquello de aprovechar la buena ola. Porque muchos aficionados son conscientes en su interior de lo que va a pasar. Cuando se vaya Simeone un día de estos, este club será "Tierra Quemada", en el que no quede nada que los vincule al club. Ni el estadio que era su hogar, ni el entrenador que les hizo soñar con la mayor gloria conocida por esta institución, ni los jugadores que les hicieron sentir orgullosos, ni el escudo que lucieron con el pecho henchido de honor y grandeza cuando vinieron mal dadas en Segunda División. Tampoco los que se han acercado al equipo al calor de las victorias y los éxitos. Todos estamos de paso, aficionados incluidos, y solo permanecen club, escudo y colores. Lo demás, en el caso del Atleti, será "Tierra Quemada" por un escudo.
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