domingo, 20 de octubre de 2019

La fábula de "La Pizza y el Atlético de Madrid"

Me vais a disculpar el desorden que existe aquí, pero hoy me apetece contaros una historia. Dado el debate que se ha montado sobre las declaraciones de Simeone en su entrevista en El Larguero del pasado jueves, os voy a contar una reflexión que he tenido tras escuchar este viernes a Pablo Parra y Adrián Gómez, periodistas de Radio Marca, sobre el debate de la pizza que está elaborando Simeone en el Atlético de Madrid. Me hizo gracia, porque en un momento dado llegaron a asegurar que "con los ingredientes que tiene puede hacer una pizza mejor que los años anteriores".

Y a mí se me ocurrió pensar en el pasado, cuando el Atlético de Madrid ganaba una Copa del Rey en 2013 en casa del Madrid frente al enemigo de blanco, una Liga española en 2014 frente a los colosos Real Madrid de Cristiano Ronaldo y FC Barcelona de Leo Messi, y alcanzó dos finales de la Champions League en Lisboa y Milán que acabó perdiendo, pero a las que llegó dejando por el camino a grandes nombres como FC Barcelona, Chelsea, AC Milán o Bayern Münich sin ser el gran favorito en ninguna edición y sin tener un presupuesto que le colocase entre los 10 mejores clubes de Europa en lo económico.

Insisto, perdonad el desorden porque está todo patas arriba y sin colocar desde hace mucho tiempo, pero aquí va la historia:

Había una pizzería en un barrio del sur de Madrid que llevaba muchos años siendo un bar con fama y potencial, sirviendo buena comida, dependiendo de lo que le trajeran sus proveedores. Era un sitio en el que tomarte una pizza con amigos y familia, para todo tipo de públicos, con una identidad reconocible y un pasado con mucha gloria. Varios cocineros y gestores habían puesto el nombre del restaurante entre los mejores de la ciudad y del país. Problemas económicos obligaron a que la calidad de las pizzas bajara, pero el sitio mantuvo su identidad hasta que en 1987 llegaron nuevos gestores al local.

Los gestores vinieron con muchas mejoras debajo del brazo, en teoría. Entre ellas, la incorporación de varios reputados jefes de cocina y uno de los mejores 'pizzaiolos' del momentos. Sin embargo, la falta de humildad y de conocimiento de los gestores del público al que se referían, y sus intenciones de usar la pizzería como parte importante de su grupo de empresas con el que ganar dinero única y exclusivamente, lastraron durante mucho tiempo a aquel respetable negocio.

Los gestores se hicieron con la propiedad del negocio de espaldas a todo el barrio y la clientela, hasta entonces copropietarios de la pizzería. Cambiaron de proveedores, bajando la calidad de las comidas que ofrecían. Muchos chefs, cocineros, pinches, camareros, jefes de sala iban y venían en aquel restaurante durante años. El diagnóstico era similar en muchos: "Con estos ingredientes es complicado trabajar". De vez en cuando, con ganas de trabajar y con un equipo humilde y comprometido, se lograban cosas. El año 1996 fue especialmente bueno para la pizzería. Pero aquello no tuvo continuidad ni se intentó construir una base para fortalecerlo.

Cuatro años después, el local veía como su categoría entre la crítica pasaba de restaurante de primera a restaurante de segunda. Por fortuna, un viejo y sabio chef amado por los clientes habituales del lugar, y viendo el desaguisado que estaban formando los gestores y dueños, intervención judicial mediante, quiso venir a salvar a la pizzería del desastre. Con mucho trabajo y sudor, con mucha gente nueva, el restaurante recuperó su categoría dos años después. Pero aunque recuperase su categoría, le faltaban muchas cosas para ser el viejo restaurante que se había ganado su fama con trabajo, esfuerzo, coraje y corazón. Los jefes de cocina, ayudantes, camareros y resto de trabajadores iban y venían. Los gestores permanecían año tras año enriqueciendo sus bolsillos en operaciones que la Justicia calificó como "Apropiación Indebida", "Estafa delictiva", "Fraude de ley"... entre otros varios delitos que cometieron contra la propia pizzería. Hasta tal punto llegaba la locura que el negocio pagaba alquiler a una empresa de uno de los gestores después de que los mismos gestores, con la ayuda entonces de una empresa del presidente de una pizzería rival en la ciudad, vendieran la propiedad del local a una de las empresas del CEO.

Dando tumbos, se recuperaba cierta grandeza en lo gastronómico, pero el impacto de lo económico lastraba la salud del negocio. La amenaza de la quiebra era real. Se ganó algún galardón importante mientras la salud económica peligraba. Y justo cuando aquel desastre económico estuvo a punto de causar un grave problema a la propiedad con los clientes habituales y pasajeros del negocio por la elección de un mal jefe de cocina, llegó a la institución un antiguo cocinero con mando en plaza. Muy amado por su carácter y trabajo en el lugar, los clientes vieron en él un halo de esperanza al que agarrarse. Y vaya si tenían motivos para ello.

Aquel hombre, argentino de Buenos Aires pero cuya alma había nacido en la ribera del Manzanares, lo volteó todo y el local volvió a funcionar a pleno rendimiento poco a poco. Con ingredientes normales sacó una pizza de autor, con éxito en el restaurante y ganadora de dos premios importantes a nivel europeo a los pocos meses de llegar. Trabajó con los proveedores para obtener mejores ingredientes a bajo coste para la economía del local, y los éxitos a nivel doméstico llegaron. Y el crecimiento económico, la expansión por la ciudad, el país y el mundo, la mejora a todos los niveles, una nueva imagen de marca que no convence a buena parte de la clientela, un local más grande y espacioso en un barrio a las afueras de la ciudad, lejos de las raíces del club. Los gestores respiran tranquilos porque, al fin, el flujo de dinero está garantizado gracias al jefe de cocina.

Simeone, la pizza y el estilo

Todos tenemos claro que hasta ahora he hablado del Atlético de Madrid exitoso de los 60 y los 70 con Vicente Calderón al mando y una excepcional generación de jugadores en sus filas durante 20 años, de la llegada de los Gil al club, la apropiación indebida, los negocios oscuros, el milagro de Antic y el Doblete, la intervención judicial, Luis Manuel Rubí, el descenso, la vuelta de Luis, el ascenso, los años dando tumbos, los seis meses de Manzano y la llegada de Simeone que ha dado un giro radical a todos los acontecimientos de aquellos años justamente inmediatos a diciembre del 2011.

A Simeone, que con buenos ingredientes de ciertos proveedores fue capaz de ganar Copa del Rey en 2013 y Liga en 2014, y llevar al Atlético de Madrid a su máxima regularidad europea entre 2014 y 2017, sin bajar de cuartos de final, ahora le exigen que "cambie el menú". El menú de un restaurante que cuando era personal, con su estilo propio y sus propios platos, funcionaba con mucho éxito. No consiguió el premio gordo, pero todo el mundo sabía a lo que se enfrentaba cuando tenía en frente al Atlético de Madrid. Y eso era el mayor éxito de todos, ser un equipo reconocible, con un estilo propio que funcionaba y acercaba a las victorias.

Ahora, la gente quiere que lo que es una pizzería de vuelta al éxito tras muchos años lejos de él que, tras más de 30 años con los mismos gestores y con los mismos vicios, comprar barato para vender a precio de saldo y pillar su comisión, pase a hacer todo tipo de platos sin saber si ese jefe de cocina se siente a gusto o conoce bien como hacer otro tipo de platos en vez del tipo de cocina que le gusta, y le ha llevado a situarse entre los mejores. Mucha gente, fascinada por la inmensa oferta de la gastronomía futbolística, pide nouvelle cuisine y platos tradicionales en la misma carta. Y al final, la sabiduría popular se impone. "El que mucho abarca, poco aprieta", dicen.

Con los peores ingredientes que ha tenido desde su llegada, a Simeone le piden que haga la mejor pizza desde que llegó. Y en otros lugares de este mundo del fútbol, donde son afines a 'otras pizzerías de mayor glamour y éxito', venden que en el restaurante del Cholo "hay ingredientes para hacer mejor pizza que antes". Mejor que cuando se ganó la Liga y se jugaron dos finales de Copa de Europa... No lo creo. Permítanme esa osadía.

Le intentan rebatir con que "el que come mucha pizza, la acaba aborreciendo". No. Oiga. Mire. Si yo voy a mi nevera y sólo veo huevos y carne, sólo puedo hacer recetas con huevos y carne. Puedo empanar la carne si encuentro pan en la cocina, puedo hacer huevos fritos con carne, puedo inventarme algo con alguna especia, aderezo o guarnición que disponga, pero no puedo convertir en pescado y verduras la carne y los huevos. Si tengo masa de pizza, me dedico a hacer pizzas. Si tengo buen marisco, presento una buena mariscada, ya sea fresca o la pase un poco por la parrilla o el cocedero, depende del cliente, el producto y el día.

Otro verano más, se obvia que Simeone ha perdido a gente clave. Este verano más pérdidas que ningún otro. Salieron los últimos veteranos del núcleo duro (Godín, Juanfran, Filipe Luis), se marchó la estrella (Griezmann), y se fueron futbolistas de peso capital en la plantilla (Lucas y Rodrigo Hernández). Ya el verano anterior abrieron la puerta de salida gente que mantenía vivo el sentimiento de pertenencia al club como Gabi y Torres. El núcleo duro que hay ahora no es suficiente. Saúl, Koke, Oblak y Giménez no son suficientes para extender el Cholismo en el vestuario, y aunque hay brotes verdes (las llegadas de Lodi y Trippier, varios momentos de Vitolo, los minutos de Herrera y Felipe Monteiro), no todo es oro que reluce.

Lemar sigue sin dar señales de aquel jugador que en el Mónaco parecía una estrella en ciernes, Vitolo y Savic son jugadores frágiles en lo físico, el mensaje del Cholismo no ha calado del todo al vestuario, la responsabilidad de ser la estrella no se asume, bien porque es muy prematuro (Joao Félix), bien porque no es su papel (Morata), bien porque la exhuberancia física del pasado se fue en silencio (Diego Costa), o bien porque falta rabia y acierto en el remate (los tres); o porque los numerosos cambios en los jugadores que deben interpretar el estilo del pasado aún no están lo suficientemente interiorizado en los futbolistas como para ver automatismos. Esto debía ocurrir. Cuando cambias todos los años varias piezas del puzzle, algún año no vas a encontrar la pieza que de verdad te hace falta o que necesitas para completarlo.

Y es que esto del fútbol no se trata únicamente de hacer una receta buena con los ingredientes que se disponen. Se trata de servir el plato presentable y vistoso, que le apetezca comérselo al cliente, y que, por encima de todo, salga a competir a un campo de fútbol, a exponer que su receta sirve para ir enfrentando la mayor cantidad de retos posibles y sumando 3 puntos de 3 puntos cada semana. Los entrenadores no viven de hacer buenas recetas, viven de que esas buenas recetas sirvan para ganar la mayor cantidad de partidos posibles. Y mientras se debate sobre el estilo, la pizza y demás, el Atlético de Madrid sigue a un partido de distancia del líder en liga y en el primer puesto de su grupo en Liga de Campeones... al menos hasta el próximo partido, en el que recibe el martes en el Metropolitano al Leverkusen. Luego, el sábado al Athletic de Bilbao también en casa.

Pizzas hay de muchas clases y muchos estilos. Unos días, en un partido, y valga el símil entre la labor de un 'pizzaiolo' y la de un entrenador de fútbol de élite, el partido te pide una pizza cuatro quesos porque el rival de enfrente te exige unos matices concretos... y al día siguiente, si la pizza cuatro quesos te salió muy bien y dio resultados, no vale porque el siguiente rival la hace mejor que tú, o sabe como contrarrestar el sabor del queso. Entonces, como entrenador, te toca pensar qué puede mejorar respecto al partido anterior y plantear una pizza nueva.

No deja de ser una pizza con su base y su masa, y aunque haya ingredientes esenciales que nunca cambian en una pizza, hay otros que varían y cambian el sabor y el gusto del resultado final. Otro día harás pizza carbonara, pizza con atún, pizza sin salsa de tomate, pizza con masa gruesa, masa fina, con queso mozzarella, con queso suizo, con queso manchego, con piña, sin piña, con carne, con bacon, con atún, con cebolla o sin ella... No dejan de ser pizzas y no deja de ser fútbol. Pero admiten tantos matices e ingredientes que hay que ser un poco inteligente para mirar en profundidad ese mensaje de Simeone. Discúlpame Cholo, pero yo no creo que fuera improvisado y espontáneo. Sabías muy bien porqué elegiste la pizza, y que todos se quedarían mirando al dedo que apunta a la luna, y no hacia la propia luna.

Si miramos a la luna, el técnico argentino no se cansa de repetirlo. "Somos un equipo nuevo, que nos falta mucho trabajo y mucho por mejorar, y que no tenemos equilibrio para interpretar los momentos de cada partido pero no dudo que lo encontraremos". Y aunque ayer los cambios que hizo Simeone claramente empeoraron las prestaciones del equipo en la segunda parte, no me cabe ninguna duda sobre lo que dice Simeone. Está en lo cierto porque él ha dado resplandor, como 'pizzaiolo'/entrenador de fútbol, a lo que era una pizzería de éxito venido a menos que hoy vive sus días de vino y rosas, y hace dramas por una mala digestión de un mal resultado tras un buen menú y una buena preparación de los ingredientes.

No se puede desconfiar de las decisiones del tipo que te llevó a disfrutar del fútbol en la cima, por mucho que haya errores en la gestión del equipo, del juego y de la plantilla. Todo lo contrario es confundir y estar confundido.
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