jueves, 25 de octubre de 2012

Nadie sacó tanto partido al anonimato

Hubo una vez una persona de una tierra lejana, que conquistó el corazón de una pequeña población del Levante español. Era un hombre cano, alto, delgado, de pérfida figura. Un ser humano bondadoso, educado, caballeroso, de buena familia, noble cuna, y al que todos apodaban "El Ingeniero". Aquel tipo era amigo del cuero, del pasto, del verde de los campos de fútbol. Construyó desde el centro de la zaga una leyenda de hombre culto, defensa elegante al corte, y bravo en el juego. Un tipo que se retiró por la aparición de un genio espontáneo del fútbol, como Iván Zamorano, que le ganó una pelota por arriba en el área y le hundió de forma prematura en los estertores de su carrera.

El zaguero, poco amigo a sonreir, se convirtió en técnico, y el técnico se coció a fuego lento, entre sabiduria, cultura, buena educación y conocimiento del fútbol. Universidad de Chile, Palestino, O'Higgins, Universidad Católica, Palestino, Liga de Quito, San Lorenzo de Almagro y River Plate fueron las paradas de su largo viaje por Sudamérica, oriundo de Chile. Su paso por Argentina le selló el pasaporte definitivo a Europa, donde España le aguardaba con los brazos abiertos.

Su primera estación, una pequeña localidad costera en el Levante. Vila-Real (o Villarreal, como se quiera), esperaba a un chileno de triste mirada. Aquel chileno, con modestas huestes, consiguió grandes hitos para la pequeña ciudad. Clasificación para Europa, unas semifinales de Champions con esa pareja de ensueño Forlán - Riquelme y aquel Villarreal del tango (Sorín, Arruabarrena,  Lucho Figueroa, Gonzalo Rodríguez, Schelotto, Guille Franco...). Aquel equipo mutó, desaparecieron aquellos héroes y llegaron nuevos. El bloque no se resintió de aquello, siguió compitiendo en Europa y regresó a la Champions League.

Después de aquello, la notoriedad. Un traje que nunca le sentó mal. La grandeza del Madrid. Manuel Luis Pellegrini Ripamonti nunca fue amigo de la presión de la gran prensa. Siempre trabajó mejor bajo la distancia de los focos, lejos de la atención de la prensa. En River Plate, logró el campeonato Clausura de 2003, imponiéndose bien en aquel torneo, con un estilo distintito y marca propia. El Real Madrid de Pellegrini también lo tuvo, jugó bien al fútbol en muchas fases de la liga, y completó dos borrones importantes. La eliminación del Madrid en Champions en octavos, y la sorprendente caída ante el Alcorcón en Copa del Rey pesaron más que el buen juego y la pelea a muerte con el Barcelona de Guardiola por la liga. Pellegrini es un héroe anónimo del fútbol más mediático de la historia. Nadie sacó tanto partido al anonimato en la historia. Un hombre del primer nivel europeo, capaz de pasar de puntillas por cualquier concurrida calle de Europa sin hacer ruido ni llamar la atención, pero al que le dan 11 hombres y funcionan como un reloj, extrapolado al fútbol el concepto "hacer relojes".

Aquel equipo, ese Real Madrid suyo, tenía poso, tenía estilo propio, tenía definición. Era atractivo de ver. Pero le faltaba un plus de "mala leche", de competitividad, del recorrido que le ha puesto Mourinho a trompicones, con la tremenda organización táctica del portugués y su parafernalia extra, más allá del fútbol. Ahora en Málaga, meses después de aquella herida madrileña, el chileno se preparaba para formar un bloque sólido en la Costa del Sol. Hoy, Manuel Pellegrini, ha vuelto a lograr hacer una máquina estética y preciosista del fútbol de un Málaga sumido en el descenso cuando él llegó al puesto para suceder a Jesualdo Ferreira. Sirvan estas líneas al humilde homenaje de un técnico que no obra milagros, si no cumple con su trabajo (resultados), y lo hace de manera vistosa (espectacularidad, brillantez, buen juego). Un hombre cuyo ruido más estridente es el del gol y el aplauso de la grada en cada buena acción de su equipo.

Un islote de buen fútbol en el mar de la mediocridad

Y es que a pesar del movido verano, con idas y venidas, y el hundimiento del barco rondando la soleada costa malagueña, el capitán Pellegrini Ripamonti se mantuvo al frente de su nave, y los tripulantes entendieron el mensaje. Si el capitán se queda, el barco seguirá en liza. Salieron Cazorla, Rondón, Mathijsen y alguno más para tapar agujeros en las arcas malaguistas, que no recibían dinero procedente de los Emiratos. Llegaron fichajes baratos y buenos. Santa Cruz, Saviola, Onyewu, Iturra; más la cantera con Portillo, Recio, Juanmi, Olinga... El Málaga se ha reinventado en concepto de inversión, pero ha mantenido las líneas capitales de su proyecto. Un estilo. Una idea. Una concepción del juego.

Importante es lo que habla Manuel Pellegrini, de que el equipo responde en el aspecto defensivo. Serio. Trabajado. Constante. Regular. Ordenado. Pero más allá del orden, del trabajo, de la sapiencia, de la construcción brillante de una obra de ingenieria del balompié, este Málaga tiene calidades en su fabricación, en su origen. Tiene una salida de balón correcta desde atrás, un gusto por tocar la pelota mucho. Jugadores de un estilo de toque tranquilo, atrevidos, valientes, técnicos. Deliciosos. Este Málaga es un gran equipo, más que el de la temporada pasada. Juega mejor, funciona bien, y se ha hecho fuerte en las dudas del verano, en las salidas del mercado.

El barco del Málaga surca sólido por la liga y la Champions. De momento no sufre el mal de altura, ni la presión de jugar domingo - miércoles - domingo. Mantiene ese juego suelto, valiente, atrevido, de 1-2 toque, incorporaciones constantes por fuera, movilidad por dentro, asociaciones y superioridades allá donde esté la pelota, y calidad diferencial. Calidad en el gol con Saviola y Santa Cruz. Creatividad en la media con Joaquín, Eliseu, y sobre todo Isco. Y mucho futbolista rápido, de desborde, también de toco y me voy buscando el espacio libre, asociación y gusto por la pelota. Juanmi, Buonanotte, Seba, Baptista, Recio, Portillo y Olinga son futbolistas del estilo que le gusta a Pellegrini. Acompañados por un doble pivote con gente del nivel de Iturra, Camacho o Jeremy Toulalaln, el capitán general de las huestes del chileno.

Ante el cariño de una afición entregada, y una plantilla orgullosa de seguir en la Costa del Sol, consciente de que el proyecto, el presente y el futuro son ellos, y ellos son los que le pueden dar la vida al Málaga si se asienta en los primeros puestos de la liga española en los próximos años. La Costa del Sol sueña con que el partido del Milán sólo sea un partido más en el devenir dorado del caballero de la triste figura por la Vieja Europa, paseando la enseña blanquiazul.

El Málaga, en una liga en la que pocos equipos de fútbol resultan agradables de ver al aficionado, supone un atractivo excelente para que el aficionado quiera ver fútbol de calidad cada domingo. Salvo los dos gigantes, el Mallorca, el Betis y el Valladolid a ratos, el Málaga es el único equipo que ofrece un estilo de juego atractivo. Atractivo, ordenado, sincero y de categoría. El Atlético, tan de moda, resulta pasional, fiero, ordenado, asesino, pero carece de un juego ordenado y estético en muchas fases de sus partidos. Este Málaga, sin ese instinto asesino cuando huele a sangre en los grandes partidos, es un islote en el mar de la mediocridad de muchos equipos de esta Liga BBVA, donde no todos los equipos ofrecen buen espectáculo con los buenos mimbres que poseen ciertas plantillas.

Un capitán que no abandona su nave. Un caballero de la triste figura

Pellegrini, en su afán de alejarse de los focos, controla bien los tiempos que marca y las declaraciones. Ni exceso de ambición ni relajación. Siempre con la exigencia como norma, la búsqueda de la excelencia. En Málaga lo más importante no es ganar, si no como ganas. Joaquín lo afirmaba esta noche: "Como dice el míster, lo importante no es ganar, si no cómo ganamos". Si uno de los capitanes malaguistas lo afirma, poco más se puede añadir a la figura de Pellegrini.

El técnico capeó la crisis del verano con sapiencia e inteligencia. Hace su trabajo, disfruta del fútbol, y desdramatiza todo. Le pone pausa, calma, psicología, y ante todo, inteligencia. Por eso el fútbol del Málaga, y de sus equipos en general, es elegante, es atractivo, es bonito. Convenció al grupo, y ahora el grupo no da muestras de fisuras, ni mentales ni físicas, a pesar de caer ante el ahora omnipotente Atlético. El Málaga está lleno de inteligencia y conocimiento de los preceptos que marcan el juego porque Pellegrini respeta las normas más básicas de cómo crear un equipo. De atrás hacia delante, y de fuera a dentro. No será un genio de la innovación en el fútbol, se trata más bien de un ingeniero de estilo clásico, de corte sencillo, que sabe lo que hace, y sabe transmitir cómo acabar bien las obras y ganar los partidos. Su Málaga acaba de vencer a uno de los gigantes de Europa. Herido, sí, pero la aureola del Milán sigue siendo la aureola de la alta nobleza del fútbol europeo.

El caballero de la mirada perdida en la inmensidad escudriña los renglones torcidos de su equipo para trabajar y corregir. Una figura triste que convierte la maquinaria del fútbol que cae en sus manos en engranajes alegres, vivos, brillantes. Todo en base a la fidelidad a la pelota, a un amor fiel por la posesión y el atractivo al ojo del aficionado. Este Málaga aborda nuevos retos con ilusión y confianza, mientras Pellegrini siga al frente de este buque recién estrenado en la Champions. El Málaga avista nuevos horizontes, y surca la temporada con destino a la gloria, con su capitán al frente...

...y es que un capitán nunca abandona su nave.

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