Y en este circo en el que nadie quiere al director de función (Manzano), donde hay muchos títeres bajo el mismo titiritero, que los trapecistas siempre se caen aún sin tener red de seguridad alguna. El público asiste todos los años al mismo espectáculo. Y ya no sabe si reir o llorar cada año.
El
espectáculo estrella en el Calderón es la pelea entre Reyes y
Manzano. A diferencia de otros años,
donde la pelea era oculta al público; este año el público del
Calderón puede comprobar con sus propios ojos cómo se desarrolla la
pelea entre técnico y jugador. Tras los conflictos de la plantilla
con los métodos de Abel Resino, y el enfrentamiento abierto entre
Quique y Diego Forlán la pasada temporada; el Calderón no se
extraña de una nueva pelea.
Otra vez el peso
de un “héroe” de Hamburgo contra el técnico (esta vez llegado
en junio). A lo que hemos llegado y padecido en este club para
considerar héroes a los jugadores. Aunque este jugador se lo merece. Vino del Real Madrid, vilipendiado por los blancos, y mal mirado por los rojiblancos, que veían como Reyes los había tratado como un segundo plato el año anterior tras rechazar la oferta rojiblanca e ir al Bernabeu a ganar la liga. Los pitos arreciaron sobre él, pero el tiempo y su calidad le dieron la vuelta a aquella extraña situación.
Reyes, un jugador con un primer
año irregular, una cesión al Benfica, y su explosión a orillas del
Manzanares de la mano de Quique Sánchez Flores. Convirtió los pitos
de sus primeros días en aplausos y reverencias. Un jugador muy
especial, el mejor de la plantilla en estos momentos por talento y
calidad individual. El esquema de Manzano le hace daño, pues pierde
su protagonismo en banda y se ve obligado a entrar a participar hacia
el centro, donde se diluye entre la maraña de piernas y su calidad
queda deslucida. El equipo debería jugar hacia los costados, donde
debería estar Reyes, que con Quique a pierna cambiada lució mucho.
Y desde los costados buscar al killer Falcao, al acompañante Adrián,
o a los hombres del centro del campo que lleguen desde segunda línea.
Pero para el
jienense, Reyes resulta prescindible. O al menos no ha demostrado que
Reyes tenga el papel preferencial que merece por su trayectoria, su
experiencia y su pasado reciente a orillas del Calderón, con papel
protagonista en los títulos y los partidos importantes del club,
independientemente del resultado. No parece importarle al técnico
que Reyes ande en un mal momento, ni parece realmente preocupado por
mejorar su rendimiento. Al contrario que en otros casos conocidos de
jugadores que juegan poco, ofrecen bajo rendimiento y van creciendo
por la implicación del técnico, Reyes y Manzano no están en esa
sintonía.
En caso de duda,
el cambio muchas veces es Reyes. El de Utrera suele ser uno de los
primeros en salir del campo. Ha jugado 9 partidos de 11 disputados en
la liga, en los cuales ha sido 7 partidos titular, y 2 partidos ha
iniciado el choque desde el banquillo, al lado de Manzano, disputando
un total de 579 minutos. En estos 7 partidos de titular, fue
sustituido en 4 de ellos. En la Europa League, ha participado en 5 de
los 6 partidos (sin contar los dos del Stromsgodset, que disputó
enteros). En 3 ocasiones ha sido suplente en la competición,
mientras que en uno de ellos fue sustituido por Manzano. En total,
252 minutos en Europa. Reyes no es indiscutible para Manzano, pues
sólo ha completado 4 partidos desde la eliminatoria frente al
Guimaraes. Ya no es sorprendente ver el 10 en la tabla de
sustituciones cada vez que juega el Atlético.
La situación se
agrava desde Bilbao, donde el equipo pierde, Reyes insulta a Manzano
tras ser cambiado, y le cazan las cámaras de Telemadrid. Reyes no ha
vuelto a jugar en los últimos 3 partidos oficiales del Atlético, en
los que estaba castigado por Manzano o tenía gripe. Si jugó el
jueves en Egipto, pero otra vez recayó de la gripe. Entre tanto,
desde Sevilla, concretamente Diario de Sevilla, se asegura que Jose
María del Nido piensa en Reyes para el mercado de invierno. El
futbolista no lo desmiente, pero tampoco lo afirma. Su silencio se
puede interpretar como aquel que sabe que no está a gusto en un
sitio concreto, pero no puede decirlo, por temor a complicar su
futuro.
Mientras siga
Manzano, es obvio que Reyes lo va a tener muy complicado para tener
continuidad en el equipo si no mejora muy mucho su rendimiento. El
técnico no da con la tecla para que el juego funcione y sea
contínuo, preciso, veloz y agradable al espectador. A Reyes le
agrada la idea de volver al equipo que le dió la oportunidad de
mostrarse en el fútbol de más alto nivel, y a la que es su casa. Lo
que es obvio es que la relación entre ambos está rota, y por el
bien del club, uno de los dos debe salir. Si no son los dos, claro.
El futuro de
Manzano en el Atlético no es nada halagüeño. El equipo no
funciona, no hay buenos resultados, y la afición le canta hasta
ganando en casa “Manzano vete ya”. Nadie está contento con el
técnico, e incluso parece que algunos de sus futbolistas, aparte de
Reyes, están más pendientes de hacerle la cama al técnico y que se
marche, que de jugar. Otros no dan todo su potencial, y entre
guerrillas e historias extradeportivas, Manzano está entre la espada
y la pared. Sólo Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo, los dueños y
ejecutores de todo lo que se cuece en el Calderón, muchas veces más
malo que bueno, son los únicos que tienen la llave para la solución
del problema. Mal que nos pese.
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