Una población cercana a los 50.000 habitantes. Un equipo de fútbol que hace 13 años empezaba su primera temporada en la élite del fútbol español en el Santiago Bernabeu. Un sueño que se ha ido consolidando y haciendo realidad a lo largo de esta década. Un club que rozó una prórroga de semifinales de Champions si Román Riquelme anota aquel fatídico penalti ante el Arsenal tras un grandísimo partido del equipo castellonense.
Y hoy de nuevo llega el Villarreal a creer en el milagro de la remontada. En su tercera semifinal europea (en 2004 ante el Valencia en Copa de la UEFA y la mencionada de 2006 en Champions), tiene el más difícil aún, remontar un 5-1 al equipo más en forma de Europa, con permiso del FC Barcelona. El FC Porto de André Vilas Boas. El que llaman en Portugal el nuevo Mourinho. Un equipazo, a pesar del poco relumbrón de los nombres. Hulk, Falcao, Guarín, Belluschi, Rubén Micael, Fernando, Cebolla Rodríguez, James Rodríguez. Un frente de ataque de los mejores de Europa. Una de las defensas más ferreas de Europa. Un equipo equilibrado en el amplio sentido de la palabra.
El Villarreal sale con todo para matar. Quiere morir matando. Pero sabe que la empresa es harto complicada y requiere de una fe y espíritu inquebrantable, además de una intensidad y esfuerzo sobrehumano para hacer los 4 goles que le clasifican para la final de Dublín del día 18 de mayo. No e tan importante el aspecto táctico como el psicológico. Garrido sabe la lección. Correr a tapar huecos si se pierde balón, recuperar rápido, atosigar al rival, agobiarlo, desquiciarlo cuando el Oporto posea balón para fatigarlo, moverlo, asediarlo cuando sea su equipo el que tiene la posesión. Ilusión al máximo. Hoy el amarillo es el color de la esperanza. Sólo los valientes sobreviven a las grandes gestas. Sólo este Villarreal, que hace poco era un desconocido para Europa, sabe lo que es soñar y lo que cuesta llegar arriba desde las catacumbas del fútbol español. Está a las puertas de su primera final europea, a ello se aferra.
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