lunes, 18 de abril de 2011

Ángel Caído

Las almas...fascinante expresión de los miedos que escondemos, de las esperanzas que guardamos, mezcladas con nuestro carácter. Porque el alma lo modifica todo, lo controla todo en nuestro cuerpo. Un alma guerrera guía y obliga a una persona a pelear, un alma melancólica llora la ausencia de otras almas queridas. Pero mi alma no es la más guerrera ni la más melancólica. Mi alma es oscura.

En la antigüedad creían que las almas oscuras portaban al diablo. Comportamientos extraños, introvertidos, distantes...Almas oscuras contra las que luchaban los ángeles y arcángeles, y que posteriormente, definieron en su batalla por el control de la humanidad. Nadie dibuja un ángel de ojos oscuros. Nadie imagina un demonio de ojos claros.

En unos ojos oscuros se esconde siempre el diablo. Cuanto más oscuros, más odio hay en la mirada. Más sensación de terror, mayor sed de venganza. Unos ojos oscuros son sinónimo de un alma impía, que le clama en silencio al mundo que resolverá su afrenta pronto, que no parará hasta lograr la tan ansiada revancha. Si los ojos son el espejo del alma, un diablo jamás aguantará una mirada pura.

A mí siempre me ha ido bien con el disfraz de diablo. Me sienta bien el papel de eterno fracaso con las mujeres, de incompresión, y distancia. El papel de malo. El papel de duro. Del que sabe que es perdedor de la partida antes de jugar sus cartas. ¿Por qué? Porque esa es mi manera de ganar la partida. No conozco otra. Es fácil ganar una partida sabiendo que juegas con ventaja. Nunca me gustaron esas partidas, prefiero las partidas donde hay un alto riesgo de perder y nulas opciones de ganar, las que un avance cuesta un esfuerzo tremendo y un despiste significa perder todo lo que has ganado. Son las que siempre gano. Elegí el camino difícil, el de mal jugador, el de diablo con cara de ángel.


Engañar con ojos tiernos, saber que has dicho sí pensando que decías no realmente, encerrado en una coraza de tipo duro, serio, frío que poca gente desnuda, que poca gente descubre. ¡Qué poca gente llega hasta el fondo del alma! Nunca mostré a casi nadie mi verdadera alma. Es cómodo ocultar la verdadera realidad de una persona cuando sabes como ocultarlo. Propio de un diablo, que oculta sus verdaderas intenciones es un rostro bondadoso y amable, cercano al lado más humano de cualquier persona. Como el arcángel Lucifer fue desterrado al infierno por sus malos actos. Cómo todos aquellos ángeles caídos que le siguieron. Yo soy otro ángel caído en la pelea interior entre soledad y añoranza. Ángel caído porque es un conflicto que nunca se resuelve, que de tanta fiereza durmió al dolor del alma, alma que se debate entre el pasado y el futuro. Cada día que pasa es una nueva victoria del futuro. Cada minuto que pasa, un pequeño triunfo del pasado.

Ángel Caído porque ella me arrancó las alas que me daba estar a su lado. Ángel Caído por seguir confrontando mi espíritu guerrero, mi ardor con su punzante recuerdo, la cantidad de pequeños detalles suyos que me rodean y no me dí cuenta hasta hoy. Ángel Caído por continuar batallando por salir adelante, por ganarle la partida al recuerdo, por ser fuerte otro día más, por evitar que el desespero se apodere de mí, al igual que la ira y la rabia de Lucifer. Aún hoy hay batalla en mí...Mañana puede ser otro día para ganar al pasado.

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